Por Magdalena de Hertelendy
¿Alguna vez imaginaste a un actor cuya carrera haya sido devastada por sus propias adicciones y a su vez este intentando resurgir mediante la interpretación de un sacerdote en una película de terror? esa es precisamente la premisa de Exorcismo, una pelicula que nos lleva en un viaje de «cine dentro del cine».
La película, que llevaba varios años postergada desde su rodaje en 2019, nos presenta a Anthony Miller (Russell Crowe). Anthony es un actor que ha tocado fondo, habiendo perdido su carrera debido a sus problemas con las adicciones. La cual surge porque debe lidiar con la muerte de su esposa y con un doloroso distanciamiento de su hija, Lee (Ryan Simpkins).
La historia se inicia con un actor repasando sus líneas mientras deambula por un imponente set de filmación. Asciende unas escaleras falsas, recitando rezos y admoniciones en un ensayo solitario. De repente, un giro inesperado y una voz profunda revela el trágico destino que le aguarda. Es entonces cuando entra en escena nuestro protagonista, Anthony Miller, siendo su reemplazo.
Sumido en el desempleo y acosado por remordimientos, Anthony acepta el papel de un sacerdote en esta inquietante película de terror satánico. Pero su travesía va más allá de un simple rol actoral; es una lucha personal por la redención y un intento desesperado de reconectar con su hija, quien se convierte en la narradora de esta historia.
Exorcismo trasciende el género del terror. Es un relato metacinematográfico que explora los demonios internos y externos de sus personajes, especialmente los de Anthony. La actuación de Crowe nos muestra a un hombre roto, buscando su camino en medio de la oscuridad, tanto en la pantalla como en su vida real.
Con una duración de 93 minutos, la película ofrece una experiencia intensa, aunque algunos puedan considerarla mediocre. A pesar de sus altibajos, logra captar la atención y mantenernos en vilo, aguardando el desenlace de este perturbador exorcismo, tanto en el set como en el alma de su protagonista. Siento que esta algo “inflada” para lo que es, a pesar de que es una película solida.
